Antes de que termine el año, no podemos dejar de mirar un poco hacia atrás y recordar el calor y con él la playa, la sandía… y las verbenas. Estos festejos, uno de los más populares en Galicia, son un factor importante de arraigo, tradición y diversión. ¿Pueden serlo también de impacto positivo?
El mundo se ha regido, desde tiempos ancestrales, por el ritmo de las estaciones. Al invierno le sucede la primavera y comienzan de nuevo las celebraciones que se alargarán hasta que llegue el final del verano. Es el ciclo: tras la Navidad, llegan las máscaras del Entroido; después, las procesiones de Semana Santa; después, las romerías y, después, las verbenas. Todo con un punto en común: la celebración y la certeza de que lo importante es lo que se vive juntos.
Las verbenas están arraigadas en el corazón de la identidad gallega y, de hecho, son uno de los eventos más populares entre la población de toda la región. Un estudio realizado por el Observatorio da Cultura Galega en el año 2016 recogía que este tipo de celebraciones son las que registran la cota de asistencia más alta en Galicia: un 66% de la población acude a las actuaciones de orquestas, fiestas populares o verbenas al menos una vez al año. El 7,3% asiste una vez al mes.
Sobre todo en época estival, hacer una ruta interpueblos para disfrutar de las diferentes fiestas es una costumbre extendida en el interior y en la costa. También lo es esa ‘rivalidad’ sana entre orquestas, que se asemeja a la de los equipos de fútbol, porque hay quien es de la Panorama y quien es de la París de Noia, como quien es del Celta y quien es del Dépor. Frente a esa falsa creencia que asocia las verbenas a los pasodobles y las fiestas de otros tiempos, en Galicia, son un ejemplo de éxito –algunos cachés superan al de muchos artistas de primer nivel y no tienen una fecha libre, sobre todo en el mes de agosto– y diversión intergeneracional en las que también están presentes muchos jóvenes. Su impacto cultural es indudable, al igual que el económico: hay alrededor de medio millar de orquestas reconocidas que emplean directamente a más de 5.000 personas, entre artistas, técnicos de luz y sonido y montadores. De forma indirecta, tiene un reflejo en el sector turístico y hostelero de las localidades que reciben, gustosamente, a sus visitantes.
A nosa verbena: recuperar las fiestas perdidas
Más allá de las noches de verbenas, las fiestas populares tienen un importante peso como elemento vertebrador y de arraigo local. Entre todas las celebraciones que cuentan con el reconocimiento oficial de Fiestas de Interés Turístico a nivel internacional, nacional o regional, las romerías tienen un importante peso para poner en valor la antigüedad, la originalidad o la tradición local. Desde la romería vikinga que se celebra en Catoira a la legendaria Rapa das Bestas de Sabucedo, pasando por el Asalto ao Castelo de Vimianzo o el Arde Lucus, estos festejos cuentan con una larga tradición y un respaldo popular que les asegura continuidad en el futuro. Sin embargo, no en todos los casos es así.
El grave problema de la despoblación, que afecta a toda Galicia –es, de hecho, la comunidad autónoma con más municipios vacíos, unos 3.954 que suponen cerca del 40% de los de toda España– ha puesto en riesgo la supervivencia de estas celebraciones, muchas de ellas con un recorrido de décadas y siglos. Por si eso fuera poco, las restricciones y la crisis derivada de la pandemia supusieron un nuevo obstáculo para su continuidad. Además de la pérdida de arraigo que supone su desaparición, también implica un grave perjuicio para la economía local: son fechas clave para promover que personas que hayan abandonado la localidad regresen y atraer a visitantes de localidades próximas y a turistas.
Para hacer frente a esa realidad, el verano pasado Estrella Galicia puso en marcha #ANosaVerbena, un proyecto para mantener vivos los festejos populares en las zonas rurales gallegas. Entre las más de 200 localidades se postularon para esa primera edición, cinco fueron los pueblos seleccionados que lograron recuperar sus fiestas: la romería de Lobeira, la fiesta del árbol de Vilachán, la verbena de A Portela de San Xulián y las fiestas de Quilmas e Curra de Carnota y Trasbar.
Gracias al apoyo recibido y a la implicación de las comunidades locales, todas ellas volverán a celebrarse este año con fuerzas renovadas. «La verbena es un momento de unión, de reencuentro y de alegría, tanto familiar como vecinal, con personas que vemos de año en año en el que podemos disfrutar. Además, para los negocios es un pico importante de trabajo que genera ingresos. Y no solo eso, se da a conocer el pueblo incluso en la población joven», expresa Miguel, uno de los vecinos de Trasbar implicados en la recuperación de la fiesta.
¿Y este verano?
Tras el éxito de la primera edición, la compañía ha puesto en marcha una nueva convocatoria con el objetivo de tener aún más impacto positivo en el rural durante este verano. Para ello, ha reactivado el proyecto A nosa verbena, con el objetivo de recuperar algunos nuevos ejemplos de estas fiestas y proteger su patrimonio inmaterial.
Como novedad, como parte de la inscripción para la recuperación de las verbenas, se ha incluido la posibilidad de compartir fotografías o testimonios que ayuden a crear un archivo de las diferentes verbenas y generar nuevos recuerdos en la memoria colectiva. Un legado de un valor incalculable que, como una verbena, también es una celebración.