En la historia del champagne existe un antes y un después de Dom Pérignon. Dom Pierre Pérignon fue un monje que consagró su vida en la abadía benedictina de Hautvillers a perseguir la ambición de «crear el mejor vino del mundo».
Cuenta la leyenda que el día en que alcanzó su propósito exclamó sorprendido «¡estoy bebiendo estrellas!»; acababa de descubrir una bebida tan delicada que su fama se extendió rápidamente por todo el reino, hasta la corte de Louis XIV en Versailles.