Parece de Perogrullo, pero a menudo se olvida: las empresas no son otra cosa que un grupo de personas trabajando juntas. Sí, hay medios de producción, hay fábricas, campos de cultivo, almacenes, vehículos, maquinaria, tecnología, inversiones, participaciones que cambian de valor y de manos… Pero, al final, todo se acaba reduciendo a las personas que hacen posible que eso que hace la compañía, efectivamente, se haga. Sin ellas, no hay empresa. Así de sencillo.
Por esa razón, sorprende que todavía haya compañías en las que el factor humano quede relegado al furgón de cola de sus prioridades. De cara a la galería, todas defenderán que sus empleados son «el mejor de sus activos», pero, a la hora de la verdad, cuando vienen mal dadas, no todas son coherentes con ese principio.
Para Eva Collado Durán, consultora estratégica de Capital Humano y Digitalización, no poner el foco en las personas está en el origen de muchos de los grandes males empresariales. «Es cuando aparecen esas lacras que van a poner en blanco y negro nuestra viabilidad como negocio: índices de compromiso bajos, falta de motivación, falta de confianza, absentismos prolongados, presentismo sin resultados, alta rotación, liderazgo intermitente y disperso, falta de rutas claras, incumplimiento de objetivos globales, equipos poco consolidados e inestables…», explica.